Buster hoy en día sonríe, aunque a veces parece recordar los malos momentos que vivió en sus primeros años de vida los que le hicieron no querer acercarse a ningún hombre, pero un día se acercó a uno y se dejó acariciar por él. Aún con secuelas en su psiquis, producto del maltrato sufrido por lo que se le tuvo que operar de un tumor en una de sus patas, Buster conoce hoy la tranquilidad en su hogar donde vive seguro y protegido.
Texto: Anamaría
Imagen: CHALIZ
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